EDITORIAL
Ousmane Dembélé se convertirá hoy en el fichaje estrella del Barcelona de Ernesto Valverde. Se trata de uno de los futbolistas con mayor proyección del mundo, una joya capaz de participar tanto en el extremo derecho como en el izquierdo gracias a su habilidad para jugar indistintamente con las dos piernas, lo cual le convierten en uno de los jugadores más imprevisibles del planeta con el balón en los pies. Pero ojo, porque también plantea un elevado riesgo que el Barcelona debe tener en cuenta.
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Nadie duda de su proyección. Por algo ha multiplicado su precio por diez apenas un año después de que el Borussia Dortmund pagara 15 millones de euros al Rennes para hacerse con sus servicios. Hoy el club alemán lo vende por cerca de 150, un precio desorbitado que viene marcado por el ingreso de los 222 millones de euros que el Barcelona ingresó por la venta de Neymar Da Silva al PSG. Amortizar semejante cantidad plantea alguna que otra duda en un deporte en el que puede haber lesiones que trunquen su crecimiento, sin olvidar la presión que semejante suma puede llegar a ejercer en él.
Porqué Dembélé tiene pinta de que se convertirá en un jugadorazo pero a los veinte años tiene mucho que aprender. Llegar a un club centenario con urgencias tras las reiteradas negligencias por parte de directivos y ejecutivos en cuanto a planificación a medio y largo plazo, puede pesarle a un jugador que no tendrá tiempo para adaptarse, pues la Liga ya ha empezado y la Champions League está a la vuelta de la esquina.
Pero si se trataba de encontrar un sustituto de Neymar, hay pocas opciones mejores que Dembélé. Son dos jugadores a los que les gusta el regate y mirar la portería contraria pero cada uno tiene su propio estilo. Alinearle como extremo izquierdo en el viejo 4-3-3 puede jugarle una mala pasada a un jugador tan joven y con un solo año de experiencia en el fútbol al más alto nivel. Pero a fin de cuentas, quien no se arriesga no cruza el río y hoy el Barcelona ya tiene un nuevo tridente de ataque.