Espagne Albanie Luis EnriqueGetty Images

A Luis Enrique se le está poniendo cara de Luis Aragonés

No importa la verdad. Lo que no tiene, es remedio. Luis Enrique Martínez, que no aspira a ganar ningún conrcurso de popularidad y es un seleccionador para el que no está preparada la prensa, porque devuelve la hostias que recibe y las multiplica por mil, ha vuelto a salirse con la suya. Si el fútbol es ganar, ganary volver a ganar, como sostenía Luis Aragonés, este seleccionador no para de ganar. Consciente de que parte del periodismo 'nacionalmadridista' le está esperando a la vuelta de la esquina y de que volverán a basurarle el crédito en el Mundial, Luis Enrique ha zanjado el debate. Podrán seguir cuestionando sus convocatorias, pero su liderazgo ya es incuestionable. Recibió una selección en transición, sin jugadores 'top', y ha devuelto un equipo competitivo, ganador y con un espíritu inquebrantable. A este seleccionador, al que seguirán negándole el pan y la sal por sistema, se le puede discutir cualquier cosa, menos lo mollar. Gana, acumula éxitos, ha instalado a España en la elite y saca petróleo de un grupo por el que nadie daba un euro de madera.

De Luis Enrique pueden decir que no cuenta chistes, que no es gracioso, que no le da bola a los periodistas y que si la abuela fuma, pero nadie puede acusarle de no cumplir los objetivos que se propone. Se quedó a un penalti de jugar la final de la Eurocopa, a un fuera de juego de ganar la Liga de Naciones y ahora se ha vuelto a clasificar para intentar ganar un torneo que debió haber conseguido el curso pasado con un arbitraje decente. El orden de los factores no altera el producto, pero sí su consideracíón. Lo de Lucho se corresponde con una relación directamente proporcional: cuanto más le pegan, más gana; cuando más dudan de sus planteamientos, más objetivos consigue; cuantos más futbolistas le piden, más brillo saca del grupo; y cuantas más piedras le ponen en el camino, más lejos llega.

En un país cainita, revanchista, con 50 millones de seleccionadores potenciales y una cultura de club profundamente instalada, Luis Enrique sonríe. Sus 'haters' están al borde de un ataque de nervios. Los españoles de garrafón que un día van con la Francia de Mbappé, al siguiente con la Croacia de Modric y los festivos, con la Portugal de CR7, están que echan espuma por la boca. Llevan despellejándole desde julio de 2018 y paradojas de la vida, cuanto más le critican, más gana. Los falsos profetas insisten en que cada convocatoria es una ofensa - primero fue Ramos, luego el llanto por Nacho, después las fobias por Eric García, luego el 'capricho' de Gavi y mañana Dios dirá-, en que esta selección no les representa y en que Luis Enrique no tiene ningún mérito, porque lo único que tiene es un culo tremendo. No importa lo que haga, diga o logre este seleccionador. Luis Enrique juega una partida de dados eterna. Si saca del uno al cinco es que tiene mucha 'potra' y nada es mérito suyo. Y si saca seis, vuelve a tirar.

Cuando gana con posesión, aburre. Cuando gana sin posesión, no convence. Cuando gana el Barça con fortuna y sin buen juego, es poesía en movimiento. Cuando gana la España de Lucho, hastía. Cuando gana el Madrid a base de raza y es pura genética con pegada, se aplaude. Cuando gana la España de Luis Enrique con esas armas, es suerte. Larga vida al 'hate' con el asturiano. La realidad es que Luis Enrique recogió una herencia envenenada y que, cuando lo deje, habrá devuelto un equipo de presente ganador y futuro de oro. La verdad es que esta España es un equipo de autor. En plena transición, con futbolistas casi juveniles y un puñado de suplentes en sus equipos, esta selección ha jugado una semifinal de la Euro, una final de la Liga de las Naciones y otra vez, una nueva Final Four. Las hostias seguirán cayendo y el personal seguirá 'rajando' del seleccionador en cada convocatoria, pero por más que los telepredicadores se la tengan jurada a Luis Enrique, el personal no es idiota: este señor se la ha jugado con niños de 18, 19 y 20 años, ha convertido la selección en una guardería y contra todos los pronósticos de los falsos profetas, le ha salido bien.

Ahora falta el Mundial. Como a Luis Enrique, al que se le está poniendo cada vez más cara de Luis Aragonés, le dé por ganarlo, algunos tendrán que ingresar en una profunda cueva islandesa. Los que viven de sembrar odio y sospecha, los que tienen un código ético de geometría variable, los que se pasan el día 'rajando' de esta selección y los que colocan a este grupo en la diana para luego lavarse las manos después de cada victoria, los que dicen que esta España aburre y que no deben nada de Luis Enrique, son los de siempre. Son los que dicen que la selecció aburre, son los qu repiten que este equipo no le interesa a nadie y son los que se reniegan de la selección mientras se derriten por el penúltimo un gas fétido que salga del trasero de Mbappé. Son los que le deben al asturiano la misma disculpa pública que en su día no fueron capaces de brindarle a Luis. Y por cierto, a cada día que pasa, a Lucho se le está poniendo más cara de Luis Aragonés.

Rubén Uría

Anuncios