Ruben Uria Blog

Simeone 2059

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Ahora que caen más palos que una estera – con razón, por fin-, ahora que están asesinando la reputación de Simeone – con razón y sin ella, así llevan ocho años-, ahora que asoman la patita los que presumen de creer en las buenas y dejan de hacerlo en las malas, es el mejor momento para saber quién dice que sabe qué es el Atleti y quién sabe qué es el Atleti. Urge sacar la brocha gorda: ¿Simeone? Miren, hay que renovarlo ahora, hasta 2059, si puede ser, subirle el sueldo incluso – dicen que gana mucho y uno sigue creyendo que es demasiado poco para lo que hace por este club- y darle a este señor más guerreros que artistas, más soldados que violinistas y más hombres que nombres. Simeone es lo mejor que le ha pasado al Atlético de Madrid en su centenaria historia. Es el tipo que, con sus errores y sus aciertos, ha instalado al equipo en la elite, sosteniéndole ahí, contra viento y marea, ocho largos años, después de haber sacado al equipo del pozo más hediondo que uno le recuerda a este club. ¿Ya era grande el Atleti sin Simeone? Naturalmente. ¿Se acaba el Atleti si se va Simeone? Claro que no. Pero nadie ha hecho más grande al Atleti que este señor. Y el que considere que el argentino se tiene que ir, lo tiene muy fácil: por el mismo precio, puede consumir todas las patrañas de todo a cien que nos regalan en los medios y además, hacer el Tour del Bernabéu. El Cholo no sólo es lo más grande que le ha pasado al Atleti en su historia, es su estilo, su filosofía, su manera de vivir, el póster en toda habitación colchonera. Simeone se equivoca. Seguro. Pero es patrimonio del club, santo y seña atlético. Es el Brian Clough del Atleti, el Cruyff rojiblanco. Y defenderle de cualquier ataque - no crítica, ataque o campaña-, no es un acto de peloteo injustificable, es puro sentido común. Los hechos y los números le avalan. Hay quien dice que hay que echar a Simeone. Adiós y gracias, dicen. Mi humilde opinión - que no vale más que la de nadie-, es que hay que echar a quien dice que hay que echar a Simeone. Adiós y gracias.

Del simulacro de partido que jugó un grupo de jugadores que llevaban la camiseta del Atlético de Madrid, olvidándose de honrarla para ultrajarla, sólo cabe decir una obviedad: nunca, jamás, en ningún supuesto, es admisible que un equipo de Segunda B – enhorabuena Cultu-, remonte una eliminatoria a un equipo del presupuesto financiero y presunto nivel del Atleti. Llámenlo ridículo, fracaso, vergüenza o como consideren oportuno. Dicho eso, el análisis del momento del Atleti no puede ceñirse al sainete copero. La reflexión tiene que ser más profunda. La plantilla es corta, varios jugadores están por debajo del nivel exigible, otros se pasan más tiempo en la enfermería que en el verde, el equipo no tiene gol – Simeone lleva meses denunciándolo-, y sobre todas las cosas anteriores, hay una galopante ausencia de líderes, porque no todo el mundo puede ser Gabi. Está siendo una temporada complicada, difícil, donde falta regularidad y donde el equipo es una moneda al aire, porque no tiene regularidad alguna y es capaz de competir de manera extraordinaria ante el Madrid y días después, marcarse un partido que haría vomitar a una cabra. Eso es así. 

¿Qué le pasa al Atlético de Madrid? La crisis es multifactorial y la respuesta, sencilla. Básicamente, este equipo se ha alejado de lo que debe ser, de lo que necesita ser y de lo que siempre ha sido, traicionando sus principios básicos: a base de coraje, garra e intensidad, articulados en un discurso coherente, arraigado en la historia del club, Simeone logró acercarse a Madrid y Barça, pero señores, al Atleti no se le puede juzgar con la mirada exigente madridista, ni con la barcelonista, porque el Atleti nunca ha sido el Madrid y el Barça, y si juega a serlo, si se cree que es lo mismo, está condenado al fracaso. Ni puede jugar como ellos dentro del campo, ni puede pensar o actuar como ellos fuera del mismo. Ni sabe, ni debe. El Atleti es defensa fuerte, contragolpe, camiseta y sudor. Ni es esteta, ni quiere serlo, ni lo debe pretender. Entre otras cosas, porque cada paso que da el Atleti hacia ese camino, se embolica más. Menos fichajes caros y más fichajes cuajados, menos negocios y más realidades, menos bombo periodístico y más información, menos histeria y más trabajo. Hay que volver a la casilla de salida: menos ínfulas de nuevo rico y más humildad; más continuidad en el estilo y menos debatitos sobre la propuesta; más equipo y menos figuritas de mazapán. Para la titulitis, el drama y el papanatismo siempre hay tiempo, pero ese no es el pan nuestro de cada día en el Atleti. O al menos, en el Atleti que uno siempre ha conocido. No se puede ir por la vida luciendo chapa con el “orgullosos de no ser como vosotros” cuando el parecido empieza a ser patético.

Hay gente que dice que se puede ser del Atleti y criticar a Simeone. Enhorabuena por descubrir el fuego. Ahora sólo falta que se apliquen el cuento cuando se trata de criticar a directivos y jugadores que, por cierto, también se puede hacerlo y uno sigue siendo del Atleti, lo que pasa que igual entonces se come peor, se viaja menos y falta sopa caliente en casa. Al grano: “La responsabilidad es mía”. Simeone hizo lo que hacen los hombres. Asumir la culpa y cargar con ella. Es el máximo responsable, desde luego. También es el escudo humano de la directiva, de la plantilla, del estilo y hasta de los aficionados. De lo que haga falta, porque tiene las espaldas muy anchas y nadie mejor que él sabe que hay jugadores que llevan tiempo instalados en la comodidad que proporciona la sombra, tremendamente alargada, del cholismo. A los que se creyeron la trola de que esta era “la mejor plantilla de la historia del Atleti” – algo que repiten cual papagayos amaestrados todos los veranos-, enhorabuena. A los que llevan años profetizando el final de ciclo de Simeone y ahora creen que después de ocho años al fin caerá la breva, enhorabuena. A los que confunden ser del Atleti con ser de otro equipo, enhorabuena. Y a los que se indignan con Simeone, pero se hacen los suecos con el deterioro de los símbolos sagrados del club, enhorabuena. Eso sí, conmigo que no cuenten. ¿Simeone? Que lo renueven. Hasta 2059. Y si puede ser hoy, mejor que mañana.

Rubén Uría

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