La anécdota no es actual, sucedió hace más de una década, pero no pierde vigencia mientras el sistema siga siendo el mismo. Pep Guardiola, cuando era entrenador del Barcelona, se dio cuenta en un diciembre que para un enero tenía programadas casi 20 ruedas de prensa. Luego pensó, con un rápido cálculo, que en cada una dejaban preguntar a –por lo menos- 20 personas, y que a cada periodista le daban la oportunidad de preguntar dos veces en su turno. El catalán, con una simple cuenta matemática, comprendió entonces que, sólo durante ese mes, debería tener 800 respuestas para 800 preguntas. Le pareció un poco “excesivo”, innecesario, pero aceptó las reglas del juego, que es también un mercado con sus demandas.
Nada o casi nada cambió desde aquella reflexión del hoy entrenador del Manchester City. El fútbol moderno obliga a hablar, sin importar tanto lo que se diga o cómo se diga. El silencio está vetado, a pesar de que puede ser saludable. El deporte obliga a aullar, como los lobos. Y los lobos, a veces, pueden ser peligrosos. Vuelve a quedar claro en estos días...