Fue una temporada para olvidar para el Real Madrid. A pesar de tener una plantilla llena de nombres importantes, la campaña 2008-09 fue un fracaso total al terminar muy por detrás del Barcelona para ceder su corona de La Liga, y salir de la Liga de Campeones y de la Copa del Rey de manera temprana y vergonzosa. Sin embargo, hubo algo sobre ese año diabólico que le da un lugar especial en los anales de la historia del fútbol, ya que involucró uno de los traspasos más desconcertantes en la historia moderna.
Cuando los reyes de Europa hicieron una llamada para fichar al lateral poco espectacular del West Ham Julien Faubert, tanto su agente como el jugador mismo sospecharon que estaban en el extremo equivocado de una broma extraña. Imagina entonces las reacciones de los aficionados al fútbol de todo el continente cuando el internacional francés fue presentado como nuevo fichaje en el Santiago Bernabéu.
Lo que siguió no fue una simple firma fallida. Fue un desastre místico y humorístico que incluyó ausencias a los entrenamiento y un partido en el que se quedó -aparentemente- dormido en el banquillo, aportando algo memorable a una temporada vacía en Madrid.