Sir Gareth Southgate fue a menudo criticado por su lealtad a un núcleo de jugadores de Inglaterra, y esa percepción, acertada o no, fue un argumento utilizado en su contra a pesar de sus muchos éxitos como entrenador de los Three Lions. Se esperaba que Thomas Tuchel, un forastero sin experiencia internacional previa, se comportara de manera muy diferente y eligiera jugadores solo por su forma actual. Por eso fue una gran sorpresa cuando se anunció el viernes que Tuchel había incluido a Jordan Henderson en su primer equipo como entrenador de los Three Lions para sus partidos de clasificación para el Mundial contra Albania y Letonia.
La decisión de Tuchel de traer de vuelta a Henderson fue el principal tema de conversación de su selección debut y, junto con la primera convocatoria para Dan Burn, de 32 años, y la reincorporación de Kyle Walker, suscitó todo tipo de preguntas sobre el tipo de equipo que el alemán está tratando de construir.
Pero no culpes a Tuchel por recordar a Henderson antes que a jugadores como Adam Wharton y Conor Gallagher y por poner todas sus esperanzas en el éxito del próximo verano en Estados Unidos, Canadá y México. En cambio, la responsabilidad debería recaer directamente en la Asociación de Fútbol (FA), cuyo cortoplacismo y enfoque limitado en la Copa Mundial de 2026 podría aún funcionar, pero que también corre el riesgo de dañar los planes de Inglaterra para el próximo Campeonato Europeo en casa en 2028 si fracasa.