LA INTRAHISTORIA
Hay pocas personas más extrovertidas que Ivan Rakitic en el vestuario del Barcelona. Su carácter, forjado a través de la sabiduría que da viajar, sirve también para explicar su juego, capaz de encajar en equipos tan dispares como el Basilea, el Schalke 04, el Sevilla o el Barcelona y en culturas tan contrapuestas como la alemana y la andaluza. Rakitic siempre sonrió fuera del terreno de juego y dentro de él siempre fue capaz de brillar sin importar la compañía que tuviera, desde Koji Nakata a Leo Messi.
Hijo de padres croatas emigrados a Suiza, nació en el país de los Alpes para elegir jugar con la selección de Croacia en 2007 en la que debutó días después de fichar por el Schalke, desde donde dio el salto al Sevilla, donde se consagraría como uno de los mejores centrocampistas de su generación. No tardó en echar raíces en la capital andaluza. Nada más llegar vio claro que había entendido la tradición local y abrió un bar de tapas. La única pega es que estaba a pocos metros del Benito Villamarín y pasó lo inevitable. Los 'supporters' del Betis acostumbraban a 'decorarle' la fachada del local a menudo. "Tuve que cerrar el bar porque tuve problemas con sus hinchas" explicó, aunque también amagó con "abrir otro en el centro de la ciudad", algo que todavía no ha sucedido porque al poco debería hacer las maletas para irse a Barcelona.
Iniesta, la profecía de Guardiola
Lo hizo acompañado de su esposa, a la que conoció en Sevilla. La conoció en el hotel en el que habitualmente se concentra el Sevilla, a pocos metros del Sánchez Pizjuán. Y, como también le pasó a Andrés Iniesta, tuvo que insistir en el cortejo porque ella no le hacía ni caso inicialmente. Rakitic, incansable como en el césped, iba a diario al bar "a pedir una fanta solo para poder verla". Se casó con ella en el mismo lugar en el que lo hizo la Infanta Elena y hoy tienen dos hijas, una andaluza y la otra catalana, siguiendo la tradición familiar de su padre, hijo de varias culturas a las que quiere por igual pese a demostrar predilección por la andaluza. Probablmente nada en el mundo pueda competir con una buena tapa.
Rakitic regresa a Sevilla siempre que puede. Y a Suiza, donde gestiona un club de fútbol 'amateur' junto a su hermano. También va a menudo a Croacia, para construir junto a Luka Modric uno de los centros del campo más potentes del panorama futbolístico global. Pero hoy vive en Barcelona desde hace tres años. Llegó para reemplazar a Cesc Fàbregas, uno de los fichajes por los que más había suspirado el club azulgrana, y no titubeó a la hora de elegir el '4', con la enorme responsabilidad que ello representa en un equipo como el Barcelona.
"Lo hice por Guardiola" admitiría, demostrando que venía a marcar una época como ha acabado haciendo. Fue titular indiscutible en el triplete de 2014 y sigue siendo el único jugador capaz de brillar junto a Messi, Neymar, Luis Suárez, Iniesta y Sergio Busquets, a los que suele descargar tanto en el césped como en la zona mixta. Rakitic es uno de los habituales en la zona mixta, se gane o se pierda. Porque vive el fútbol con la misma naturalidad que su propia vida, forjada entre el frío de los Alpes y el sol de Sevilla. Y esto es motivo de celebración tanto para el espectador como para el sufrido morador de la zona mixta, ávido de declaraciones que escapen el tópico. Pero que Rakitic siempre está ahí, esto lo sabe todo el mundo. Y se agradece.