"Oliendo a fresca y verde hierba aparecía por la izquierda un mago de San Salvador". Esa cuarteta de Juan Carlos Aragón, que en paz descanse, recorre las calles de Cádiz en memoria de un hombre que pudo reinar en el fútbol mundial. Jorge Alberto González Barillas. Su nombre de guerra, "Mágico". Su fútbol era intermitente, improvisado, artístico, anárquico y fantasioso. "Mágico" González, el Mandrake del fútbol mundial, el pequeño de ocho hermanos, siempre tuvo claras sus prioridades en la vida. Sus tres grandes pasiones eran las mujeres, las siestas y el fútbol. Por ese orden. En su país jugó en el Antel, luego el San Vicente, después el Guadalajara y finalmente, fichó por el FAS de Santa Ana, de Primera División, que le pagó 60.000 colones, una fortuna para la época, aunque él se ocupó de pulirse ese sueldo en unas semanas.
Por aquel entonces, a Jorge González ya se le conocía en todo el país como "Mágico". El nombre de guerra tenía copyright del comentarista deportivo Hernández Colorado, que había quedado prendado de la calidad de Jorge en un partido entre el ANTEL y el Aguila. Tan bueno era que, por supuesto, le llamó la selección. Jugando para su país,"Mágico" logró jugar la cita mundialista de 1982. En noviembre de 1981, ante México, fue capaz de driblar hasta a cinco rivales que le salieron al paso, aprovechando su compañero Hernández el rechace para anotar un gol que daba a El Salvador la gran oportunidad de estar presente en España '82. Aquella jugada memorable de Mágico dio la vuelta al mundo, su nombre empezó a figurar en las agendas de muchos clubes y su club le triplicó el sueldo, haciendo prometer a Mágico que no se lo puliría todo de una tacada. Quiso ficharlo el Aurora, el Alajuelense de Costa Rica, el universitario de Perú y los Pumas de Mexico, la UNAM. Pero la tentativa más seria llegó de Francia, de la mano del PSG.
Los franceses estaban enamorados de la calidad de Mágico y quería conseguir su fichaje a toda costa, tirando la casa por la ventana. Los emisarios galos enviaron un fax a El Salvador anunciando su llegada, pidieron permiso al club salvadoreño para entablar negociaciones y se plantaron en un hotel céntrico de la capital, esperano al crack. Los directivos esperaron con paciencia la llegada de aquel genio desgarbado que, según decían, sería la gran estrella del fútbol mundial. Esperaron media hora; una hora; dos horas; tres horas y hasta cuatro. Ante la falta de puntualidad de Mágico, que nunca llego a aparecer a la cita, decidieron desistir de su fichaje e hicieron las maletas para volver a París. Ni el propio Mágico recuerda con exactitud por qué no se presentó en ese hotel. "Creo que estaba durmiendo la siesta" llegó a confesar un familiar suyo. Pudo haber jugado en el PSG, pero simplente, no quiso. Así era Mágico. Incorregible.
Su aventura mundialista con El Salvador fue otra historia. En España, los salvadoreños fueron el "puching-ball" perfecto para Argentina, Hungría y Bélgica. Perdieron los tres partidos, e incluso fueron humillados ante Hungría, recibiendo un 10-1 que provocó sonrojo en el mundo. Pero Mágico era la excepción a la regla de mediocridad de su selección. Era fino, encaraba con clase, hacía controles imposibles, era capaz de regatear a cuantos le salían a su paso y tenía un toque tan dulce que arrancaba ovaciones en los estadios españoles. Tan buen impresión dejó, que a pesar del caos de su país en el Mundial, Jorge Mágico González apareció entre los diez mejores jugadores de España '82. Los grandes llamaron a su puerta, pero Mágico, contra todo pronóstico, porque tenía ofertas mucho mejores encima de la mesa, se fijó en el Cádiz CF. El club , entonces en Segunda, le fue como anillo al dedo. Mágico cambió ese panorama a base de taconazos, rabonas, espuelas, goles y pases imposibles. "La gente de Cádiz me para por la calle y me dice que soy un crack, yo les digo que me llamo Jorge y que mi apellido es González".
Llegó como fichaje estrella en la 82-83, ascendió a su equipo a Primera, anotó 15 goles en 33 partidos y dejó un puñado de jugadas que consiguieron que su nombre traspasara las fronteras de todo el mundo. Al año siguiente, mientras el Cádiz se desangraba en la parte baja de la tabla consiguiendo sólo seis victorias en 34 jornadas, Mágico seguía a lo suyo. Marcaba 14 goles, se ponía el mundo por montera y llenaba domingo tras domingo el Carranza. Era el héroe de "La Tacita de Plata". Amigo íntimo de Diego Armando Maradona y de Camarón de La Isla, alternaba actuaciones espectaculares con resacas interminables. Mágico jugaba de noche y también de día. Igual regalaba un gol de córner directo que se pasaba dos días en paradero desconocido. Una noche se bebía el agua de los floreros y al día siguiente, después de que los compañeros le dieran una ducha fría, saltaba al campo y marcaba tres goles. Era un espíritu libre, artista de lo imposible y enemigo de lo posible. Su mito le precedía. "Mi obsesión siempre fue pasarlo bien. Quise ser feliz sin pisotear a nadie". Y no pisoteó a nadie. Fue, por encima de todo, feliz. Era feliz en el área enemiga, dibujando arabescos. Y era feliz en madrugadas eternas, apoyado en la barra de cualquier bar.
Próximo partido
Cientos de leyendas urbanas, ciertas o falsas, adornan la carrera del "Mago". Una muy cierta cuenta que, en vísperas de un trofeo Ramón de Carranza, se quedó dormido después de una noche de juerga y no llegó a tiempo para jugar. El rival era el Barça. Mágico llegó al vestuario en el descanso y el equipo azulgrana goleaba por 0-3. Mágico se cambió, saltó a jugar el segundo tiempo y lo que pasó no lo ha podido olvidar absolutamente ningún gaditano. Pisó el verde, ofreció un recital, marcó dos goles, dio otro y su Cádiz del alma acabó remontando de manera increíble para ganarle al Barcelona por 4-3. De locos. Exhibiciones como esa lograron que el Barça se planteara su fichaje, a pesar de saber que Mágico era tan anárquico como indomable.
El Barça le incluyó en su gira por Estados Unidos en 1984, junto a Diego Armando Maradona, pero el crack de El Salvador no llegó a fichar jamás por la entidad del Camp Nou. ¿El motivo? El Barça se alojaba en un lujoso hotel de California cuando sonó la alarma anti-incendio. Toda la expedición salió a la calle temiendo por su vida. El único que faltaba era Mágico. Se había quedado dentro de su habitación. Cuando fueron a buscarle, se encontraron que estaba profundamente dormido junto a una señorita. "Siempre he sido muy vago y aquel día me costaba mucho levantarme. Además, no había ningún incendio ¿Porque no hubo ningún incendio esa noche, verdad?".Aquello le cerró las puertas del Barcelona, de haber formado dupla atacante junto a Maradona. El Diego, que en paz descanse, llegó a decir de Mágico que era "mucho mejor que Maradona. Yo vengo del planeta tierra. Él es de otra galaxia".
Otro que llegó a pensar que Jorge González era un extraterrestre era el que fue su técnico, David Vidal. Encargado de hacer de poli malo con el salvadoreño, de cuidar que no se durmiera en mitad de la charla técnica y de que acudiera a cada entrenamiento, Vidal recuerda con pasión muchas de las anécdotas que vivió en primera persona junto a "Mágico". La que más recuerda y define al crack ocurrió en pleno vestuario gaditano, durante un partido en el que Jorge había sido castigado con la suplencia por una de sus ausencias injustificadas. David Vidal llegó al vestuario y le vio "haciendo controles con un paquete duro de tabaco, de Marlboro. Pudo hacer 20 ó 30. Nos quedamos mirándole y era impresionante. Una naranja es redonda, pero un paquete de tabaco es rectangular - reflexiona Vidal-, algo asombroso. La sensibilidad que Dios nos ha dado a los humanos en las manos, a Jorge se la dio en los pies".
Otra anécdota famosa fue la que tuvo con el presidente Manuel Irigoyen, que llegó a ofrecerle un contrato fabuloso de 50 millones de pesetas al año. Irigoyen, un fan incondicional de Mágico, quería asegurarse que la magia no se movería del Carranza. Le llamó a su despacho y le hizo la oferta con una única condición. Mágico sobraría 50 "kilos" por año, pero con una cláusula por la que Mágico debería pagar medio millón de pesetas por cada acto de indisciplina que cometiera. Mágico miró a Irigoyen, se levantó de la mesa después de escuchar la oferta y espetó: "Presidente, si firmo eso acabo la temporada debiendo mucho dinero al Cádiz". Mágico dijo "no" y dejó de ganar cincuenta millones de pesetas. Normal, era el peor relaciones públicas de sí mismo. Después de nueve años en España, ocho en el Cádiz y uno en el Valladolid, Mágico volvió a su país. Allí acabó jugando cómo y cuando quería, alternando días con noches y golazos con copazos.
Su vida, que podría confundirse perfectamente con el guión de la telenovela más disparatada, es un rosario de ánecdotas, curiosidades y situaciones kafkianas. Genio y figura hasta la espultura, Mágico representa la figura del crack bohemio: Tenía un talento divino y pudo reinar, pero nunca le interesó. Capaz de dar más de cien toques seguidos a una mandarina con el pie, pero incapaz de gobernar su vida, siempre estará en la memoria de los aficionados. Cuando colgó las botas y las cambió por la almohada, dejó su perla más famosa: "Respeté al fútbol pero no me respeté a mí".
Rubén Uría