Federico Valverde realmente no debería haber jugado en el partido de vuelta del play-off de eliminación directa de la Liga de Campeones del Real Madrid contra el Manchester City hace tres semanas. El uruguayo estaba mal; tenía una lesión en el muslo izquierdo, pero incluso después de haber jugado más minutos que nadie para el Madrid esta temporada, hizo un esfuerzo que la mayoría no es capaz de hacer.
Valverde recorrió la banda derecha habiendo comenzado en un papel poco familiar de lateral derecho al que se está adaptando muy rápidamente, y cubrió el terreno con el vigor de un futbolista decidido a hacer todo por su equipo. Necesitó inyecciones para lograrlo.
Tendemos a glamorizar tales actuaciones. Hay un verdadero atractivo en ver al futbolista sacrificado, el jugador que hará el trabajo donde otros simplemente se sentarían o pasearían durante 90 minutos. Valverde, sin embargo, es más que eso.
Hay corredores, y luego están los superestrellas potenciales que dejan de lado el interés personal, las posiciones preferidas y las áreas de mayor impacto para darle un impulso a su equipo. Este es el papel que Valverde desempeña, y lo ha hecho durante algún tiempo. No está claro cuál es exactamente su mejor posición.
De cualquier manera, desempeña un papel perfecto para el Madrid. En este equipo de egos que a regañadientes llenan roles, Valverde hace lo que se le dice, y más, sirviendo como el tejido conectivo en un equipo dominado por el individualismo.
