En febrero de 2012, Thierry Henry marcó su último gol con el Arsenal. Fue algo romántico: el francés regresó a casa en el minuto 90 para lograr una victoria por 2-1 contra el Sunderland. Henry en ese momento estaba contratado por los New York Red Bulls, pero hizo un emotivo e inolvidable regreso al norte de Londres. Poco importó que el máximo goleador histórico del club sólo sumara dos más.
El Arsenal realmente no necesitaba a Henry, y él tampoco necesitaba regresar al Arsenal. De hecho, tal vez hubiera sido mejor irse a otro lugar para acumular más de 98 minutos durante su obligado parón en la MLS.
Más de once años después, se dice que Lionel Messi podría tener la oportunidad de seguir un camino similar. Con el Inter Miami eliminado matemáticamente de los playoffs de la MLS, Messi tendrá casi cuatro meses sin competir a nivel de clubes. Es por eso que al argentino se le ha vinculado con un espectacular regreso a Barcelona en calidad de cedido durante la ventana de mercado de enero.
Casi que se puede oír el rugido del Estadio Olímpico de Montjuic -el hogar temporal del Barça- si llegara ese inevitable gol de Leo. Sin embargo, además de las barreras obvias (los enormes problemas financieros del Barça que le impedirán gastar en invierno), el glorioso regreso de Messi no sería necesariamente algo para celebrar. Sería una mala idea para todas las partes involucradas.