Desde el anuncio oficial del fichaje de Messi por el Inter de Miami, la ciudad estaba a la espera de su presentación. De poder verlo en directo por primera vez. Con sus colores, con su escudo. Su presentación iba a llenar el estadio. Se establecieron gradas supletorias para que cupiera todo el mundo. Todo parecía perfcto, ilusionante. Pero no salió como estaba previsto.
Las inclemencias del tiempo obligaron a retrasarlo todo. Se tuvieron que resguardar de la lluvía. Aunque las ganas de los aficionados por verlo pudieron más. Aguantaron y cuando todo pasó empezó el evento. Más de 20.000 aficionados estaba allí por él y no podían perdérselo. Para el copropietario Jorge Mas, el aguacero era algo divino: "Esto es agua bendita", dijo al público.
El mensaje estaba claro: el mesías de Miami había llegado. El mejor jugador de todos los tiempos jugará para el peor equipo de la MLS, algo tan surrealista que parece imposible. Un milagro basado en el trabajo de sus propietarios. Desde el principio este fue el objetivo de Beckham. Desde que llegó a LA Galaxy con la opción de comprar una futura franquicia.
Con el Messi en el campo, el inglés se mostró radiante, feliz por haberlo logrado. Así lo mostró a su gente: "Como todos vosotros, estoy impaciente por ver a Leo en el campo con nuestros colores. Señoras y señores, ¡el siguiente capítulo de nuestra historia empieza aquí!".
Pero es consciente de que para que el argentino tenga un impacto deportivo de verdad en el equipo, viene una época de trabajo muy duro en los despachos. De ellos, podrá crecer la liga y el equipo. De no hacerlo, desperdiciarán una oportunidad histórica.