El 2 de junio de 2019 quedó en la historia del Club Atlético Tigre, el equipo que marca la mayor curiosidad de esta edición de la Copa Libertadores: aquella noche, el Matador se consagró campeón de la Copa Superliga tras vencer por 2-0 a Boca, con el detalle de haberlo logrado apenas dos meses después de su descenso a la segunda división del fútbol argentino, como consecuencia de tres temporadas muy flojas y un sprint final que no alcanzó para mejorar ese promedio.
Y a esa fecha gloriosa, como a la del ascenso en 2007 tras ganarle la promoción a Nueva Chicago, se le agrega ahora el 4 de marzo del 2020, día del estreno en el máximo certamen continental, como local ante una potencia de Brasil como Palmeiras, cabeza de serie del Grupo B que completan Bolívar y Guaraní.
Lo mágico de su participación copera es que lo hace en simultáneo a la disputa de la Primera Nacional en la que ni siquiera se encuentra en zona para competir por uno de los dos ascensos, ya que ocupa el quinto puesto de la Zona 2, a un punto de Deportivo Riestra, el último equipo que hoy se clasificaría al Reducido.
No fue fácil para Tigre lograr el "permiso" del organismo sudamericano, ya que apenas logró la clasificación se le había impedido competir, pero desde Superliga argumentaron que, dado que lo logró a través de una Copa nacional y no del certamen regular, podía repetir lo hecho en el pasado por algunos equipos brasileños (Criciúma, Santo André, Paulista y Palmeiras) que hicieron lo propio con la Copa do Brasil, como así también Jorge Wilstermann de Bolivia (fue campeón del Apertura 2010, descendió a fines de ese año y jugó la Libertadores 2011) y Santiago Wanderers (descendió tras perder la promoción pero había ganado la Copa de Chile).