De San Mamés a Balaídos. Ese es el salto que acaba de dar Unai Núñez después de varias semanas en las que no acababa de producirse un trasvase que estaba en boca de todos. Del defensa de Portugalete se han escrito ríos de tinta en los últimos años y no era para menos.
Que Núñez necesitaba un cambio con urgencia era tan evidente como complejo de asumir por las entidades interesadas en un defensa venido a menos pero con un contrato tremendamente oneroso. Y en eso ha radicado la dificultad de cerrar un acuerdo con los vigueses, que finalmente se van a hacer cargo esta próxima temporada de sus emolumentos de forma íntegra.
Salvada la compleja cuestión de asumir un salario anual superior al millón y medio limpio, el acuerdo con la entidad de la ciudad olívica se ha celebrado en muchos ambientes de Bilbao a raíz de conocerse que en el caso de prolongarse un año más su estancia en Vigo, el Athletic recibiría como mínimo 7 millones en concepto de traspaso. Pero la realidad del fútbol de hoy en día sirve para mostrar que semejantes entendimientos son poco menos que papel mojado también en este caso.
La realidad del acuerdo habla de que ambas partes podrían quedarse al jugador al final de la campaña que está a punto de comenzar. Algo que no significa nada distinto a que se trata de una opción de compra (no obligatoria) que no se daría salvo en el caso de que Celta y Athletic quisieran que así fuera. Es decir, papel mojado. Y ahí está el caso de Morata (Atlético-Juventus), por señalar el más célebre de entre los más recientes, para ejemplarizar cómo un acuerdo de semejante jaez no conduce a puerto alguno.
Si Núñez hiciera una temporada fantástica, sería el Athletic quien querría recuperarlo,bien para sus filas o para tratar de venderlo por encima de esos 7 millones a otro club con mayor músculo financiero. En el caso de que la campaña del central fuera pírrica, el Celta devolvería a Ibaigane a Núñez huyendo de tener que hacer frente a la cantidad pactada, produciéndose en ese caso el regreso de un viejo problema a Bilbao. Un problema con fecha de caducidad no en junio de 2024 sino de 2025.
En el supuesto de que el Athletic recibiera la devolución de Núñez –y siempre que el Celta quisiera volver a contar con él a un precio más razonable– no tendría sino que dejar pasar el tiempo para volver a contactar con Ibaigane y ofrecer una cantidad por debajo de la que se acaba de pactar hace unas horas. Tal y como está haciendo la Juventus con el Atlético de Madrid para recuperar al ariete madrileño con un generoso descuento.
¿Significa todo esto que la operación de cesión de Unai Núñez al Celta de Vigo es un error por parte de la dirigencia rojiblanca? No. Porque con ella logra alcanzar al menos tres aspectos positivos: reducir el número de integrantes de una superpoblada plantilla, ahorrarse por un año un exagerado salario y que un activo del club pueda gozar de minutos regularmente y así calibrar si lejos de un ambiente en el que se sentía ahogado, puede volver a ser un futbolista fiable.
A partir de ahí, que no es poco, nada de nada. La opción de los 7 millones y los variables asociados a ella no son sino un brindis al sol tal y como está –y peor pinta que tendrá en 12 meses– la economía en el fútbol español.
Como todo acuerdo, había que cerrarlo de alguna manera, como sucede con cualquier contrato, pero que los escuálidos árboles de este pacto no impidan ver un bosque que no hace sino avanzar que el Celta de Vigo no llegará a abonar esos 7 millones el próximo mes de junio. Mientras tanto, lo mejor para Unai. Que sea capaz de rehacerse y demostrar que tiene un sitio en el primer nivel.
Lartaun de Azumendi