EDITORIAL
Saltó al Ciutat de València como si tuviera la barriga llena, el Barcelona. A la hora de la sobremesa para unos, de la siesta para otros, el cuadro azulgrana salió como si prefiriera estar echado en el sofá y se comportó como tal. Y aun teniendo al árbitro de cara no se puede decir que los catalanes no se buscaran su propia (mala) suerte a domicilio de un Levante que fue mejor en todo momento pero que tuvo que ver como el Barcelona lograba adelantarse desde el punto de penalti a pesar de que la jugada que dio con Nélson Semedo en el suelo debió ser invalidada por fuera de juego de Antoine Griezmann.
El gol de Leo Messi desde los once metros, el quingentésimo que marca con la zurda, tapó las miserias del Barcelona en el tramo inicial del partido. Los diez balones perdidos en los primeros veinte minutos, la incapacidad para conectar con los delanteros, la poca precisión y creatividad del centro del campo o la apatía, casi desidia, general pasaron entonces a un segundo plano y el Barcelona se creyó tener controlado un partido que en realidad nunca lo estuvo. Al Levante le costó demostrarlo con goles pero lo logró.
Especialmente aupado por un Barcelona que renunció a pensar y a jugar con el más mínimo criterio el equipo 'granota' no tardó en enseñar los dientes y a los quince minutos después de retomar el juego Campaña logró poner las tablas, aunque el resultado seguía siendo injusto ya que, visto lo visto, el Levante merecía mucho más que el empate. Ni que fuera para arrojarlo a la cara de un Barcelona que dio muestras de no desear ni jugar el partido. El propio Campaña asistiría a Borja Mayoral para establecer el 2 a 1 solo dos minutos más tarde y, cinco después, sería Radoja quien estableciera el 3 a 1 definitivo. Y ahí despertó Messi, que no el Barcelona.
El rosarino volvió a echarse el equipo a la espalda para responder al descaro levantino pero no sirvió de nada. Ni siquiera Messi pudo compensar el nefasto partido que cuajó su equipo. Hasta el diez se mostró distraído y solo un solitario achaque de carácter le permitió marcar un gol fruto una jugada pero fue invalidado. Pero en ella, a fin de cuentas, solo intervino Messi, que se apoyó apenas en Griezmann, antes de batir infructuosamente a Aitor y regresar a Barcelona con las manos vacías.
Así, al Barcelona ya ni siquiera le valen las apariciones de su estrella para ganar. Tampoco bastó con que el árbitro hiciera la vista gorda en la acción del penal y le perdonara la expulsión a Arthur Melo en el primer tiempo. Esta vez tampoco la entrada de Ansu Fati tampoco transmitió nada en el mar de indolencia en el que se ahogaba el equipo. Lo de hoy es grave porque el plan del Barcelona le daba para mandar en la Liga pero no en Europa. Hoy ya ni eso.